"Primer encuentro con P. Piamarta" de Pier Giordano Cabra
CAPÍTULO TERCERO
CAPÍTULO TERCERO
“Tienes muy buenas cualidades", comienza a decirle el Párroco Padre Pancracio Pezzana, "y podrías utilizarlos para hacer tanto bien". El pequeño Piamarta, rápida y decididamente, responde: "Sí, me gustaría ser sacerdote, pero soy pobre y no sabría cómo hacerlo". "Encontraremos una solución… Mientras tanto, comienza a tomar algunos libros… Yo seré tu maestro".El Padre Pancracio Pezzana cumplió su palabra: hizo de maestro, - tenía todos los títulos y la experiencia - le buscó los libros, y le pidió a una señora, de quien no se sabe su nombre, que le pagara los estudios hasta el final.
Mientras, estaba madurando la unidad política de Italia, que suscitaba muchas pasiones, entre las cuales Brescia había participado con sus famosas "diez jornadas". En el año 1859, a pocos kilómetros de la ciudad, se combaten las terribles batallas de San Martino y Solferino con nuevas armas que producen una espantosa masacre. A Brescia llegan miles de heridos, los que son recibidos en las iglesias. Entre los voluntarios que acuden a prestar socorro, está también el joven Juan Piamarta, generoso, activo como siempre y, en ese entonces, con unos dieciocho años de edad.
Debió enfrentar muchas dificultades por causa de los estudios. A veces temía no ser capaz de conseguir buenos resultados, ya que eran muy difíciles para él. Consuélense, jóvenes: también el joven Juan Piamarta tuvo que sudar y sudar en la escuela. Pudo cambiar la visión que de él tenían los profesores por su tenaz voluntad de superarse. No era el primero de la clase, porque tenía que leer varias veces los textos, estudiar y repasar con mucho esfuerzo para estar dentro del promedio del curso. Piamarta, a pesar de tener una inteligencia práctica llevada más a las soluciones concretas que a las especulaciones elevadas, filosóficas o teológicas, quería llegar a la meta a cualquier costo y si necesitaba estudiar, lo hacía.
Siempre tuvo, de hecho, el sentido de proponerse una meta, aun habiendo otras dificultades, como las propias de la juventud… fue capaz de superarlas. Tenía miedo de ser indigno del gran ideal sobre el cual se había encaminado; a momentos le parecía imposible, algo reservado a personas mucho mejores que él. Se sentía lejos de aquello que hubiese querido ser.
Un día se presenta ante el párroco Padre Pezzana y le dice que está con una dificultad.
"¿Te gustan las niñas?", le pregunta de sorpresa su interlocutor.
"Sí", responde indefenso el joven.
"Bien… pero si el Señor te lo pide, ¿estarías dispuesto a renunciar al amor por el Amor?".
Un largo momento de pausa y el joven Piamarta responde: "Si Él me ayuda, lo dejo todo por Él".
A esto el Padre Pezzana le contesta: "Si el Todo te pide tu pequeño todo, es porque quiere darte su gran Todo". "Desde aquel momento me ha parecido todo más fácil: me sentí libre, parecía como si estuviera volando", dirá luego Piamarta.
En el entretiempo tomó conciencia con la ayuda de un santo muy simpático y de una personalidad fascinante: San Felipe Neri, quien vivió en Roma tres siglos antes que él. Piamarta leyó sus famosas "Máximas" y fue conociendo la forma en que hacía las cosas, cómo entendía el ser humilde, como un enano ante un gigante. Supo que si un enano salta sobre las espaldas de un gigante puede ver más lejos. "Quisiera ser como San Felipe: un santo que sabía vivir con los jóvenes, haciendo simpática la virtud y un amigo que les permitía ser jóvenes sin envejecer en el espíritu, ayudándolos a afrentar la vida con coraje alegría".
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